Cinco Llagas y Santa Tulita, la vida entre amenazas y fronteras de los cárteles

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En el municipio de Guadalupe y Calvo, en el “Triángulo Dorado” de Chihuahua, los enfrentamientos entre grupos armados mantienen un escenario violento que orilla a la población ódami y mestiza a resistir o a convertirse en víctimas de desplazamiento forzado interno.

Texto y fotografías por Raúl F. Pérez Lira

Chihuahua – “Es de cerro a cerro. Se disparan de un lado al otro. Mire, de ahí de donde se ve la antena para acá”, dice un hombre en el centro de Cinco Llagas, mientras apunta de un lado al otro del pueblo. “A veces en la noche se alcanzan a ver luces, como que andan ahí con linternas”, siguió.

Desde hace casi tres meses, Cinco Llagas vive en una situación de emergencia. Un grupo armado entró a disputar el control del territorio y arrebatarlo del grupo armado local. La balacera comenzó la mañana del 27 de agosto y la disputa continúa hasta la fecha. A juzgar por el destacamento militar instalado en la escuela primaria y el preescolar, Cinco Llagas está en estado de guerra.

Este poblado se encuentra en el municipio chihuahuense de Guadalupe y Calvo, en la región conocida como el “Triángulo Dorado” y muy cerca del estado vecino de Sinaloa.

Para llegar a Cinco Llagas se necesita un vehículo cuatro por cuatro y entre 12 y 15 horas de viaje desde la capital del estado hasta las barrancas tropicales de la Sierra Madre Occidental, no sin antes atravesar las tierras altas de bosque de pino. Sus casas están repartidas a lo largo de un arroyo entre dos cerros tupidos de encinos. Cuando inició esta guerra, los dos grupos armados antagonistas se acuartelaron en estos cerros y las rancherías que rodean al pueblo.

Desde aquí surgió un llamado de auxilio. Un día después del inicio de los enfrentamientos, un mensaje anónimo circuló por redes sociales y medios de comunicación. La carta describe un estado de sitio, con cuerpos tirados que no podían ir a recoger y “alrededor de 300 personas que solicitan apoyo para retirarse del lugar”.

La población se sintió acorralada y pidió ayuda para huir del fuego cruzado.

Al día siguiente, el Estado mexicano desplegó su mecanismo de seguridad: llegaron las Bases de Operación Interinstitucional (BOI), compuestas por el ejército, la Guardia Nacional, la Secretaría de Seguridad Pública del Estado y la Agencia Estatal de Investigación. Vieron los balazos en una casa y recorrieron las rancherías aledañas –como el Cajoncito, Pie de la Cuesta o la Minita– para recoger a la gente y resguardarla en el centro de Cinco Llagas. No se hizo ninguna detención, pero desde entonces el ejército se instaló en el pueblo.

“Era mi primer semestre, mi primer día, mi primera hora cuando fue el primer agarrón. Al día siguiente no volvimos”, dice un joven estudiante del bachillerato del pueblo con el que pude hablar. “Hasta un mes después empezamos con las clases en línea. Apenas van a ver cómo le hacemos para el otro semestre”.

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