Ana Luisa Cantoral.—Oaxaca respira béisbol en cada rincón, pero fue en el Estadio Eduardo Vasconcelos donde el pulso de la pasión se volvió más intenso. Ese diamante, construido en 1950 y reinaugurado el 14 de marzo de 1996 para recibir a los Guerreros de Oaxaca, se ha convertido en escenario de hazañas deportivas, ceremonias cargadas de memoria y lágrimas de despedida de ídolos locales.
El Vasconcelos nació como un estadio universitario y fue transformado en casa de un club profesional que, apenas dos años después de su regreso a la Liga Mexicana de Béisbol, levantó el trofeo de campeón en 1998. Esa noche de júbilo, con Nelson Barrera Romellón como mánager-jugador, quedó grabada en la memoria de Oaxaca. El «Almirante» no solo condujo al equipo a la cima, también dejó su nombre en los libros al romper el récord histórico de carreras producidas en la LMB el 22 de abril de 1997, superando a Héctor Espino. Aún hoy, aunque el boxscore exacto de ese turno requiere bucear en hemerotecas, su hazaña resuena como parte de la identidad de la casa de los Guerreros de Oaxaca.
El Eduardo Vasconcelos se vistió de gala en 1999 y 2002, al ser sede del Juego de Estrellas de la LMB. Dos ocasiones que pusieron a Oaxaca en el mapa nacional y confirmaron que este recinto no era solo casa de los Guerreros, sino un espacio digno de los grandes duelos del béisbol mexicano.
Las gradas del Vasconcelos no solo han celebrado campeonatos y récords; también han sido testigo de homenajes y despedidas. En abril de 2019, el oaxaqueño Jaime Brena, símbolo del club con más de 15 temporadas y cinco Guantes de Oro, disputó aquí su juego de despedida. Ese día, el estadio se convirtió en un abrazo colectivo de la afición a uno de sus capitanes más queridos.
El estadio también ha albergado actos conmemorativos en torno al título de 1998 y ceremonias en honor a peloteros que marcaron época. Aunque no existe una lista pública exhaustiva de números retirados, sí se han realizado homenajes puntuales que fortalecieron el vínculo entre la afición y sus ídolos.
El Vasconcelos no vive solo de recuerdos. El 7 de agosto de 2025, Guerreros de Oaxaca firmaron un juego sin hit ni carrera combinado, el primero en la historia del equipo. En esa proeza participó el receptor oaxaqueño Carlos Garzón, lo que dio un matiz aún más local a la gesta. Ese mismo campo también fue testigo de noches dominadas por estrellas visitantes, como la de Trevor Bauer en 2024, cuando alcanzó la marca de 19 ponches.
El estadio, con sus gradas siempre llenas de color, cánticos y banderas, fue testigo de hazañas memorables y también de temporadas difíciles. Sin embargo, más allá de los números y los campeonatos, lo que verdaderamente define a los Guerreros de Oaxaca es su capacidad de unir a la comunidad, de crear memoria colectiva y de mantener viva la llama del béisbol en el estado.
Ayer, luego de 28 temporadas, aficionados y jugadores despidieron ese escenario que tanto significó. La emotiva despedida ocurrió en una final de zona, en un séptimo juego ante los Piratas de Campeche, marcando el cierre de un ciclo histórico para el béisbol oaxaqueño.
Hasta pronto escenario de mil batallas y grandes hazañas.
