Nadia Altamirano/ Periódico Noticias
Oaxaca.- Todo lo que rodea a las niñas Norma y Cecila a lo largo del día son toneladas de desechos que su madre Alicia y su padre Moisés, revuelven con mirada y manos esculconas, tratando de encontrar las botellas de plástico, papel o latas para que hagan valer la jornada de 10 o 12 horas que pasan en el tiradero que administra el municipio de Oaxaca de Juárez, en la Villa de Zaachila.
Desde antes de nacer, Norma se acostumbró a los aromas que despide la mezcla de basura orgánica, inorgánica e industrial. Su madre Alicia trabajó mediodía de ese 8 de enero de 2011 en que nacería. A la una de la tarde se bañó, comió y se fue al hospital a que le hicieran una cesárea previamente programada.
La necesidad les ancla
Sólo tres meses pudo retirarse de la pepena, ese cierto tiempo “que una pide para el reposo, porque la propia necesidad te hace regresar, porque si te quedas en la casa el recurso no te va llegar”. Pero no tardó en volver a abandonar la faena en el tiradero porque su esposo Moisés se fue a trabajar a otro lado y ella ya no podía manejar la camioneta que utilizaban para sacar los desechos.
Hace poco tiempo ambos regresaron a vivir a la Colonia Zapoteca, a la casa de la madre y el padre de Moisés. Eso les hizo pepenar de nuevo, pero ahora con dos hijas que les acompañan porque en casa no hay quién les cuide. Uno de los camiones recolectores se aparta de la fila en donde aguarda turno otra docena de vehículos, ya sea del municipio de Oaxaca de Juárez, San Jacinto Amilpas, Santa Cruz Xoxocotlán o algún otro municipio conurbado.
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