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Pensamos que era un trueno y no un terremoto cuentan pescadores de Huamúchil

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Diana Manzo

Huamuchil, Oax.- Mientras teje su red de pesca en medio de su gran patio, Heriberto Pineda Noriega de 57 años de edad no deja de mirar su casa, su única propiedad, herencia de sus padres del cual solo recordará hermosas vivencias, porque quedó destruida la noche del 7 de septiembre cuando un gran trueno se escuchó  del mar,  era el terremoto de 8.2 grados.

El temor de una réplica mayor y la alerta del tsunami causó éxodo entre las más de 200 familias, quienes sin pensarlo abandonaron sus hogares y se refugiaron por tres días  en cerros y otros más en comunidades vecinas como Cerro Iguana, Cazadero, La Blanca y Niltepec.

El pescador describe el terremoto como una nueva vida, ¡Todos volvimos a nacer, y el que no lo entienda de verdad que no tiene sentimientos!, porque estamos vivos para contar esta gran tragedia.

Desde el pasado lunes las familias han llegado poco a poco, siguen temerosos, llegan en grupos y comienzan a observar como el gran sismo de 8.2 grados dejó sus hogares, algunos lloran de alegría por estar vivos y otros de tristeza como Heriberto por perderlo todo.

“Esa noche mi casa se destruyó pero le salve la vida a mi hermana, abrazados fuertes nos salimos y caminamos junto con todo el pueblo hacia la carretera , sin luz eléctrica y solo una lámpara que nos  guiaba llegamos a Cerro Iguana, en donde amigos y familiares nos dieron asilo y comida, que difícil ha sido, nos duele mucho, estamos tristes”, expresó.

En este pueblo de raza ikotjs, el 100 por ciento de los pobladores se dedica a la pesca, sin embargo hay miedo y no han querido tocar sus redes y tampoco sus lanchas, esas reposan a las orillas de la playa en espera de que algún día no muy tardío nuevamente se utilicen.

Las mujeres huaves se han organizado entre ciudadanos y autoridades y organizaron una cocina comunitaria en donde preparan sus guisos y los comparten con todos.

Mientras la autoridad municipal dona los viveres, las mujeres cocinan, algunas hacen la comida y otras elaboran las tortillas, todos comen en unidad, se sientan en mesas, el que llega, pide su plato y comienza a merendar.

“¡Aquí vienen a comer todos, los que se les cayeron sus casas y los que no, no hay distinción de partido político y nos hemos vuelto una familia, celebramos con comida que estamos vivos ,y eso es más que suficiente”, dijo el agente suplente, Sadiel Cruz López.

La víspera del viernes cuando del mar se escuchó un gran número de pescadores se unieron y sacaron a sus familias de la comunidad , llegaron los marinos y les dijeron que tenían que irse, que un Tsunami podría apoderarse de ellos, no hubo otra opción que huir.

¿Y la pesca, cuando regresan?… “Hay mija” suspira Heriberto “Aún no tenemos pensado eso, con el mar no se juega y estamos esperando que se tranquilice, por lo pronto estamos comiendo lo que nos dan de la cocina comunitaria y de los víveres que nos llegan, al mar hay que tener respeto”.

Donaciana Rivera Lerdo tiene 88 años, de sus labios apenas y salen las palabras, todo le duele y está triste,  sentada en su triciclo por que no puede caminar  suspira y relata que para ella escuchar el gran retumbo que salió del mar, era el fin del mundo.

“Eso que vivimos quien sabe como lo pudimos aguantar, mi hijo Bruno fue quién me sacó de la casa, me cargó y me llevó al patio, toda mi casa se derrumbó, perdí mis cosas, y de ahí nos fuimos a Cazadero, allá nos quedamos dos días, ya regresamos y vimos que esto fue una gran desgracia”, dijo.

Donaciana su única familia es su hijo Bruno, los dos también acuden a la cocina comunitaria, ella por su edad no cocina y Bruno desde la noche del terremoto está estresado, vive tenso y desesperado.

“Nos dicen que no va a volver a temblar,  pero eso quién sabe, aquí pasan los marinos nos dan una cobija y una despensa y se van, las cosas no serán fáciles de ahora en adelante, la vida ha cambiado, es más difícil, lo único que nos queda es unirnos”, recalcó.

Las mujeres a temprana hora se organizan, primero elaboran el desayuno y después la comida, de la cena ofrecen café y pan, llevan tres días desde que volvieron a Huamúchil  que la cocina ha sido el punto de reunión, hablan de sus vivencias, de las réplicas, de lo nerviosas que viven, de las escuelas, de sus hijos y de la importancia de vivir en unidad.

Mientras termina de tejer su red, Heriberto reconoce que la vida en su pueblo y en sus casas tardará en recuperarse, el patrimonio se perdió pero no las historias. “En mi casa nací y crecí,  ahora solo los recuerdos, tengo fe que algún día la construiré de nuevo, no se cuando, mientras tanto viviré”.
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