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A Sonia, el terremoto partió su casa, su corazón y destrozó su alma

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Pedro Matías

JUCHITÁN, Oax. (pagina3.mx).- “Es horrible tener una vida así cuando todo está destrozado, hasta mi vida. Sigue temblando y no sabemos si se va a caer la casa o se va a partir la tierra. Ahorita vivo con el susto, sin planes y sin mi marido”.

Así narra entre lágrimas Sonia Castillo Rasgado mientras sostiene entre sus brazos a su hija Emma Victoria, de escasos nueve meses, quien ya no conocerá a su padre Ignacio Chávez López porque murió al caerle una casa encima en el terremoto del pasado siete de septiembre que enlutó a 78 hogares y dejó en desgracia a miles de familias zapotecas, huaves y mixes.

Lo que le duele es que “ahora lo tengo que visitar en un panteón derrumbado porque para pasar hay que pasar entre escombros porque las tumbas están derrumbadas”.

A Sonia le angustia que Nachito “ya no va a ver crecer a su hija, ni la va a poder educar, ni siquiera la vamos a poder bautizar juntos”.

Aquí todos vivimos temblando, no dormimos, apenas escuchamos un ruido y salimos despavoridos porque así empezó el temblor (de 8.2 grados en la escala de Richter). No tengo palabras para describir el terror que vivimos.

Mientras se desarrolla la entrevista que realizamos el corresponsal de Univisión, José María Álvarez y yo, un sismo de 5.4 grados vuelve a sacudir esta tierra zapoteca. La consteranda mujer se pone en pie angustiada y aprisiona con fuerza el cuerpo de su bebé.

“Podrá haber momentos de risa y de calma pero es por segundos porque vuelven a pasar las replicas así y salimos despavoridos. Todos temblamos. Hay gente que está viviendo en la calle. Yo misma estuviera viviendo en la calle sino tuviera a mi familia aquí. Yo sería de las personas que estaría en la calle si no hubieran resistido las estructuras de esta casa.

Apenas probaba bocado de la comida que le llevó su familia. Su rostro es pálido, su voz esta debilitada cuando narra su tragedia y al recuerdo de su esposo toma una bocanada de aire pero no puede contener el llanto:

Eran como once y media de la noche. Estábamos por dormir. Aquí hay temblores son pequeños por ser zona sísmica pero este fue muy diferente. La tierra comenzó a moverse despacio, luego vino el tronido de la tierra, de las casas, de los cristales y por intuición o miedo de cómo tronaba la casa, lo que hice fue agarrar a mi hija y salir corriendo.

Llegue a la escalera y como estaba la tierra se estaba moviendo era difícil caminar y sentí que el techo se venía encima de mi pero el hijo de mi esposo llegó para desbloquearme.

Se movía muy feo. Intentamos abrir la puerta de la calle pero estaba trabada. Intentamos hasta que se pudo. Salimos en ropa interior, ropa de dormir, en chanclas, pero pareciera que fue una eternidad porque los postes se mecían con sus cables, bardas se desmoronaban, luego trono todo y se fue la luz.

Cuando ceso el temblor, lo que hice fue meterme a la casa a buscar mi celular, las llaves de la casa y las del carro porque sentí que tenia que irme de ahí. Agarramos el carro y en la colonia todo iba bien. No había visto mi casa todavía, pero al avanzar vi los muros caídos, ladrillos tirados, tejas rotas y casi todo estaba destrozado.

Fui al trabajo con la esperanza de encontrar a mi marido fuera de su oficina pero no estaba, encontré a mis  jefes, platicamos un rato y regresé a mi casa porque la gente abusa de rapiña.

Fue entonces, que saque cobijas y almohadas y en un muro quedo bien, pusimos una hamaca. Ahí fue donde esperé. Pasaron las 11 y 12 de la noche (aquí en el Istmo no se maneja el horario de verano) y no había señal. Yo intente comunicarme con mi marido, mandé mensaje, le dije que dónde estaba, que por qué no había llegado a casa, que estábamos muy preocupados por él y pasó el tiempo. Yo lo esperaba que llegara en la camioneta a preguntar cómo estábamos. Y no fue así.

El ruido de dos camionetas la hizo ponerse en pie. Era su suegro y su jefe que venían avisarme, a darme la noticia de que mi marido había fallecido en una reunión.

En sollozos aclaró: “Él no tomaba. Él estaba ahí en el bar Jardín. Se reunía con sus jefes y gente de trabajo como constructor para cenar. Estaba ahí y no pudo salir, le cayó la casa encima y me fueron a avisar que ya no estaba conmigo, después que yo lo espere tanto tiempo en la madrugada.

Y “yo necesitaba que llegara porque mi cuerpo temblaba y quería que me abrazara porque era un hombre grande y fuerte y no llegó, jamás lo volveré a ver, era todo para mi, ahora, donde lo tengo que visitar es a un panteón derrumbado también por el terremoto.

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