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Porfirio Díaz Mori, brillante estudiante y académico; militar y patriota como pocos

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Por Everardo R. Bohórquez y Cuevas

OAXACA, (pagina3.mx).- Quien lee en su idioma original a los clásicos latinos como Virgilio, Cicerón, Séneca, Herodoto, Suetonio y, además, enseña a otros la lengua de los césares y de los grandes historiadores como el propio Cayo Julio César, no puede ser un soldadón inculto y un pelele payo y sin educación en manos de una esposa aristócrata, como trataron y tratan perversamente de que así persevere la imagen del más grande militar y patriota, que ha dado Oaxaca: Porfirio Díaz Mori.

Y no sólo como maestro económico de latín de Guadalupe Pérez, hijo de uno de los liberales más distinguidos oaxaqueños, Marcos Pérez, sino que fue distinguido catedrático suplente de Derecho Natural de don Manuel Iturribarría, quién tuvo que dejar la enseñanza por enfermedad, sustituyéndolo quien más tarde sería El Constructor del México Moderno, como le juzgan los historiadores que valoran su trayectoria como gobernante non.
Hijo de José de la Cruz Díaz Bohórquez y de Petrona Mori, Porfirio nació en la Ciudad de Oaxaca, el 15 de septiembre de 1830 y moriría autodesterrado en París, Francia, el 2 de julio de 1915, a las 11.30 de la mañana de ese día, hora de Oaxaca, a las 6.30 de la tarde en el horario de la Ciudad Lux. Sus restos descansan ya desde los años treinta en la Basílica de la Soledad, muy cerca del Mesón del mismo nombre donde viviera Díaz y su familia, cuando los trajo a depositar en ese entrañable lugar, doña Carmen Romero Rubio, su viuda, que hizo el viaje especial durando sólo unas horas en Oaxaca –llegó en el tren de la mañana y regresó por la misma vía en la corrida vespertina— así la esposa de don Porfirio jamás regresó a la tierra natal de su marido.
Sus primeras letras las aprendió en la Escuela Amiga y luego en una municipal; fue el apoyo de la familia Díaz Mori muerto el padre; bajo el apoyo y la protección de su padrino bautismal el canónigo José Agustín Domínguez, –que llegaría después a ser Obispo de Oaxaca—entró a estudiar al Seminario Pontificio de la Santa Cruz con la mira de llegar al sacerdocio, según deseos de su mecenas. Ahí, Porfirio obtuvo de las mejores calificaciones de esa institución: comenzando entre los Teólogos Escolásticos, de Minimista para pasar a Mediano, Excelente; Medianista para pasar al curso de Artes, en primer lugar con calificación de Excelente; Filósofo de Primer Año presentó examen en los tomos 1º. Y 2º. de la obra de Francisco Jacquier, y en los tomos 3º. y 4º. del mismo autor, también fue Excelente entre los Filósofos de 2º. Año.
En Tercer Año, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, entre los filósofos, Excelente, sobre la obra de Jacquier, exceptuando la teoría de la Luz; el Catedrático D. Macario Rodríguez lo premió con el segundo lugar In Oblicuo. Esas fueron las calificaciones obtenidas a su paso por el Seminario –hoy por desgracia menospreciado por las autoridades eclesiásticas, privilegiando injustamente al de Tehuacán—durante los años de 1846 a 1849.
En el Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca, su aprovechamiento no es menor en los estudios de abogado, ya que fue aprobado Nemine Discrepante, en Dibujo y en Derecho Natural de Gentes y Romano y en Derecho Público, en 1850; en 1851, también alcanza Nemine Discrepante en Derecho Natural y de Gentes y en Derecho Público. Para 1852, alcanza el mismo rango en Derecho Civil, y en Derecho Canónico, en los dos exámenes presentados en ese año en las mismas materias –primero y segundo grados–; para 1853, fue aprobado en Derecho General por tres votos contra dos, que resultaron en segundo, y para 1854, fue aprobado en Primer Grado.
Sólo le faltó presentar el último examen con el que se titularía como Abogado, pero la vida lo llevaría por otros caminos: hacia las armas, hacia la política y hacia el gobierno nacional donde se distinguiría como gran estadista.
Pero dejar el Seminario por el Instituto, con el consiguiente disgusto de su padrino Domínguez que hasta le retiró su apoyo, ya que nuestra celebérrima Casa de Estudios era considerada como “casa de prostitución y herejía”, por la gazmoña, conservadora y clerical sociedad de la gente decente de aquel entonces, se debió a que una noche presenció un acto de premiación en el Instituto, donde conoció a don Benito Juárez, quien más tarde sería su maestro y eso lo motivó a colgar la sotana.
SUS PRIMEROS “PININOS” MILITARES
Creyendo que se trataba de una broma estudiantil, el gobernador recibió de un grupo de estudiantes la petición de que los incorporarán al Ejército, en defensa de la patria que era invadida por Estados Unidos, en 1847. Así fueron enrolados en el Batallón de San Clemente, donde Díaz hizo sus primeras guardias nocturnas y conoció la vida del cuartel, pero la guerra terminó y los muchachos volvieron a sus ocupaciones.
En un gesto que lo define por su hombría, cuando en 1854 se celebraba en el centro de la ciudad de Oaxaca, un plebiscito ordenado por Santa Anna y que sería manipulado a su favor, con gran aparato y presencia militar, era presidido por el gobernador Manuel Martínez Pinillos. En un libro se apuntaba a todos los varones con voto a favor del dictador, a lo que Porfirio con valentía dijo: “Qué de ese número se quite una unidad, porque soy vecino de esa manzana y no voto”, según relata el historiador Ángel Taracena.
Y sigue Taracena, ¿Y porque no vota usted?, le espeta el licenciado Francisco Enciso, secretario del gobernador. ¿Es que tiene miedo? Avanza Díaz hasta ponerse frente al libro de la negativa que permanece cerrado y en blanco, en donde escribe: Voto por su Excelencia el general don Juan Álvarez. Por ese gesto Porfirio tiene que huir y junto con otro joven rebelde, Esteban Aragón,escapan a caballo, vadean el Río Atoyac y se dirigen hacia Ejutla y de ahí a la Mixteca, donde se incorporan a la partida de Francisco Herrera, indígena con grado de capitán y nativo de Huajuapam, quien comparte el mando de su tropilla con Díaz Mori.
Luego del triunfo de la Revolución de Ayutla, Porfirio regresa a Oaxaca y es nombrado como Jefe Político de Ixtlán y una vez disuelta la Guardia Nacional que él organiza en la tierra del Benemérito y por orden del propio gobernador Benito Juárez, se le expide la patente de Capitán de Infantería con mando de una Compañía de Granaderos en el Segundo Batallón de la Guardia Nacional.
Tras la promulgación de la Constitución Política del 5 de Febrero de 1857, Díaz participa en los combates por defenderla en Jamiltepec y en Ixcapa es herido en una pierna que al paso del tiempo le ocasionará graves problemas de salud. Otra vez en Oaxaca toma parte activa en el sitio de Oaxaca 1856-1857, contra las fuerzas conservadoras de José María Cobos, de la gente del Presidente Miguel Miramón.
Tras su triunfo en la hacienda de Las Jícaras en Tehuantepec, recibe el despacho de Mayor de infantería. Cobos y su hermano Marcelino lo derrotan en Xaága, cerca de Mitla, con lo que don Porfirio sufre la primera dolorosa derrota de su vida.
Tras los combates en los que participó, Porfirio es nombrado Teniente Coronel y luego Coronel. Fuera de Oaxaca ya libre de los conservadores, forma parte de las tropas comandadas por el general Cristóbal Salinas, actuando como Mayor de Órdenes y así toma parte en las ocupaciones de Tepeaca, Pachuca y Cuatitlán y entran sin problemas a México el 4 de enero de 1861.
Luego vendría el célebre combate en Jalatlaco, hoy Estado de México, con fuerzas que eran comandadas por el general González Ortega. Ese triunfo sobre los conservadores le valió el grado de General de Brigada y luego vendrían los sinsabores y los triunfos acaecidos durante la Intervención Francesa.
Pero eso es parte de otra etapa en la vida del gran mexicano Porfirio Díaz Mori, El Soldado de la Patria, a quien se le niega a cien años de su muerte –2 de julio de 2015—el que reposen oficialmente sus restos en suelo mexicano, concretamente en la Basílica de la Soledad en Oaxaca, además de cicatearle los honores que le corresponden por ser el Héroe de Miahuatlán, de La Carbonera, de la Toma de Oaxaca, de la del 2 de Abril en Puebla y de la recuperación de la capital del país, misma que entregó junto con una gran bandera nacional al Presidente Benito Juárez García, tras triunfar la República derrotando a los invasores franceses, gracias primordialmente al general oaxaqueño, en junio de 1867.
(eramboc18@gmail.com)

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