El 2 de julio, el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, y el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, visitaron Bangladesh para observar directamente la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en el mundo.
Antes de partir, instaron a la comunidad mundial a no ignorar la difícil situación de los refugiados rohinyás que han huido del país vecino de Myanmar.
Desde agosto de 2017, más de 700 000 rohinyás han buscado protección en Cox’s Bazar en el sureste de Bangladesh. Ahora, muchos de ellos temen que sus chozas —hechas de bambú y planchas de plástico y situadas en cerros deforestados— se desmoronen debido a las lluvias torrenciales durante la temporada de los monzones.
Pero el flujo de refugiados no se ha detenido. Durante la visita de Kim y Guterres a Cox’s Bazar, bajo un cielo cubierto de nubes, más personas arribaron trayendo consigo sus historias de sufrimiento y brutalidad.
“He visitado algunos de los países más pobres del mundo, pero la experiencia aquí ha sido muy preocupante”, dijo Kim. “Me conmovió profundamente el valor y la dignidad del pueblo rohinyá, y me consternaron sus relatos de lo que han tenido que soportar: violaciones, torturas, asesinatos, la quema de viviendas. Como dijo el secretario general de la ONU, los rohinyás son una de las comunidades más discriminadas y vulnerables en el planeta”.
El Gobierno de Bangladesh ha prestado un servicio enorme al mundo al mantener sus fronteras abiertas y apoyar a los refugiados, señaló Kim. Sin embargo, la responsabilidad no debería ser solo de Bangladesh.