Texto y fotos: Kau Sirenio Pioquinto
25 de noviembre de 2018
ACAPULCO, GUERRERO.- Caminar en las calles de la colonia Alborada 19 es como recorrer los caminos agrestes de La Montaña guerrerense. Lodo, baches, arbustos, polvo, el zumbido de los enjambres de zancudos que vuelan a las orillas de las barrancas y la falta de servicios básicos, como médicos, agua potable, drenaje y transporte público.
Las casas de esta colonia son de madera, de palapa y de lámina de cartón y una que otra de material. Las familias comparten entre ellos el trabajo comunitario, la venta de artesanías, que les provee lo necesario para subsistir en la ciudad turística y violenta.
Pero más allá de la precariedad de este asentamiento indígena del puerto — mayoritariamente ñom’da nankue o amuzgo en castellano —, sus habitantes viven una constante discriminación por su forma de organizarse y hablar. “Esos montañeros que hablan raro”, le llaman en la Alborada a los indígenas de La Montaña, la región más pobre del estado y una de las más marginadas de todo el país.
Para hacer frente a este problema, los migrantes indígenas de las cinco etnias que habitan La Montaña — ñom’da nankue, me’phaa, ñuu savi, binizaa y nahuas — se organizaron para crear escuelas primarias bilingües, y así sus hijos tengan un espacio donde estudiar sin ser discriminados, donde ellos puedan hablar su lengua materna sin que nadie los menosprecie por ello.
“En nuestras escuelas tratamos de enseñar nuestra lengua, para que otros niños puedan hablarla, aunque sea para saludarse entre ellos, dice la directora de la escuela primaria bilingüe indígena Acamapichtli, Antonia Yeti Vázquez.
“Esta escuela es indígena y hablamos nuestra lengua materna, por eso les pedimos a los padres de familias no indígenas que nos ayuden enseñando a sus hijos el valor de la diversidad lingüística. Además, hemos hecho un esfuerzo para que todos entonemos nuestro himno nacional en lengua indígena”.
Nacida en el municipio de Zitlala, en la parte baja de La Montaña, la profesora explica que en la Alborada viven en su mayoría indígenas migrantes de los municipios Metlatónoc, Cochoapa el Grande, Chilapa y Zitlala, en condiciones paupérrimas. “El problema que enfrentan los paisanos es la discriminación por hablar su lengua materna. Por eso muchos de ellos ya no quieren enseñar a sus hijos su lengua, para no vivir la misma situación”.
La migración de indígenas hacia Acapulco inició en los años sesenta, la época de oro del puerto, y el empuje de la construcción de hoteles en la populosa costera Miguel Alemán atraía población. A la par las comunidades de origen expulsaban a sus habitantes, por falta de servicios básicos como escuelas, centros de salud, agua potable, drenaje y empleos.
Los hombres llegaron primero al llamado Paraíso del Pacífico, a construir hoteles y viviendas de interés social en la colonia Alta Progreso e Infonavit; les siguieron las mujeres, quienes se emplearon de trabajadoras domésticas. Ya con el boom del turismo se asomaron los artesanos; y a todos ellos les siguieron los maestros bilingües, para fundar escuelas primarias indígenas con el fin de fortalecer la ya menguada lengua materna.
En la lucha por sobrevivir en un entorno que no es el suyo, los migrantes indígenas fueron víctimas de la policía municipal de Acapulco, que se ensañó con los comerciantes ambulantes que vendían sus artesanías.
Los comerciantes que resistían al atraco policiaco eran enviados a los separos sin derecho a intérpretes. Las detenciones arbitrarias en contra de los vendedores ambulantes en la playa los llevó a organizarse en varios frentes, tanto para demandar servicios públicos para las colonias populares, como para exigir el cese al hostigamiento policiaco en contra de los comerciantes ambulantes.
Así, nacieron organizaciones como Unión de Indígenas Radicados de Acapulco (UIRA), Federación de Artesanos y Comerciantes Indígenas del estado de Guerrero (FACIEG), Fondo para Indígenas Migrantes de Acapulco (FIMA), Coordinadora de Indígenas Radicados en el Municipio de Acapulco (CIRMA) y la Unión de Vendedores de Grupos Étnicos (UVGE). Varias de estas agrupaciones fueron utilizadas por los partidos políticos como el Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD) y del Trabajo (PT).
La organización que logró mayor penetración fue la UIRA, conformada por profesores y universitarios indígenas, al grado de que en 2002, los migrantes plantearon a los candidatos a la presidencia municipal de Acapulco la creación de una Dirección de Asuntos Indígenas para atender los problemas educativos y de salud en las colonias con población indígena.
En aquel entonces, durante el proselitismo electoral, la dirigencia se acercó más al candidato del PRD, Alberto López Rosas. Al triunfo del PRD, se creó la Unidad de Asuntos Indígenas (UAI) del Ayuntamiento de Acapulco, pero sin presupuesto de operación; además, estaba subordinada a la Secretaría de Desarrollo Social.
El primer jefe de la UAI, Regino Díaz López, organizó a los profesores bilingües con el fin de que encuestaran en sus centros de trabajo a los padres de familias, y así conocer la demografía indígena en Acapulco.
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