La Ciudad de México se convirtió en una de las precursoras de la cinematografía en el mundo; el porfiriato impulsó el séptimo arte, pero también las cámaras llegarían para documentar la caída del dictador.
Siempre pendiente de la última moda de Paris, el presidente Porfirio Díaz negoció una proyección especial en el Castillo de Chapultepec para agosto de 1896. Ese sería el estreno del cine en el continente americano. Los hermanos Lumière mandaron a dos técnicos a México, junto con el proyector, para realizar la exclusiva función. Los asistentes quedaron tan impresionados con el aparato que estuvieron hasta la madrugada viendo las cintas.
Apenas ocho meses antes el cine había hecho su presentación mundial gracias al cerebro de Auguste y Louis Jean Lumière.
En la ciudad de México se presentaron a la élite porfirista tres cortometrajes: “La Salida de la Fábrica Lumière”, “La Llegada de un Tren a la Estación Citoat” y “El Regador Regado”. En este link puede usted también impresionarse con ellos.
Después de la función, los técnicos llegados desde la Francia realizaron algunas grabaciones en México. La primera estrella del cine fue nada menos que el dictador Díaz montando su alegre caballo en Chapultepec.
En Estados Unidos no se habían realizado proyecciones cinematográficas porque el científico y empresario Thomas Alva Edison frenó cualquier intento de la competencia por presentar un invento antes que él sacara su Quinetoscopio. Así que mientras Edison retrasaba la llegada del cine a su país, en México decenas de entusiastas, más amantes de la ingeniería que del arte, compraron cinematógrafos y se pusieron a grabar.
En las primeras cintas quedó registrada la vida diaria, desfiles militares, ferias, corridas de toros, peregrinaciones guadalupanas y ferias. Pero bastaba con mostrar eso para llevar a los espectadores a lugares tan lejanos como podían ser Chihuahua o Mérida.
Hay algunos pasajes memorables. En “Un duelo a pistola en el Castillo de Chapultepec”, los protagonistas son dos diputados. La escena de la vida real fue grabada por uno de los técnicos enviados por los Lumière a México.
El primer cine en México estuvo en la ahora calle de Francisco I. Madero y Simón Bolívar, en el Centro Histórico. El sótano del lugar fue adaptado como una improvisada sala, donde se proyectaron diversos documentales, como “La Inundación de Guanajuato” y “Viaje a Yucatán”, realizados por el ingeniero Salvador Toscano.
Las proyecciones populares se hacían en carpas itinerantes, los cines estaban reservados para la burguesía o clases acomodadas; algunas salas fueron elegantes y fastuosas. Un pensamiento recurrente en ese momento era que las obras de teatro terminarían por ser desplazadas por el cine.
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