La maroma mixteca | Opinión de Ernesto Reyes

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ERNESTO REYES

En el marco del 11 aniversario del sitio web Santa Cultura, en la Biblioteca Pública Central “Margarita Maza de Juárez”, se dieron a conocer pormenores de la maroma mixteca, manifestación ritual, festiva y artística, surgida de las entrañas de los pueblos que, desgraciadamente, está amenazada con desaparecer.  Es una dinámica de vida, coincidieron los presentadores del libro, y el autor.

Esta disciplina es ejecutada también por artistas campesinos, indígenas y mestizos, en los vecinos estados de Guerrero, Puebla y Veracruz. En Oaxaca, en los distritos de la mixteca, sierra Juárez y mixe. A fin de preservar la maroma, en sus estilos y variantes regionales y propiciar su práctica entre las nuevas generaciones, en diciembre pasado se organizó el Tercer Encuentro Nacional de Maromeros, en Santa María Tlahuitoltepec, Mixes.

A esta expresión, cuyo origen se comparte entre Asia, Grecia y Mesoamérica, y que incluye danza, ritual, música de banda de viento y acrobacia, se le ha asimilado al circo. Si bien ha habido contribuciones entre ambos desde la época virreinal y aunque tengan puntos de encuentro en la acrobacia, son distintos, aclaró entonces la etnóloga, Charlotte Pescayre: “Y eso que llaman circo indígena o circo comunitario, no es así. No todos los acróbatas son maromeros, quienes son los que danzan en la cuerda”.

La maroma – palabra proveniente del árabe “mabruma”, que refiere a la cuerda vegetal, torcida y retorcida- es una danza comunitaria, se relata en el libro: “Ni circo, ni teatro…maroma”, cuyo autor es el comunicólogo y fotógrafo, Rey David Sanjuan Zamora, integrante del grupo Mixteca de mi corazón. La presentación estuvo a cargo del maestro Guillermo Rangel Rojas y el periodista cultural José Luis Pérez Cruz.

El antropólogo, Julián Antonio Carrillo, indica que existen esfuerzos de salvaguarda, como este libro respaldado por el Programa de Apoyo para Culturas Municipales y Comunitarias. El testimonio de Sanjuan es valioso, porque contextualiza, documenta y amplifica la voz de los artistas. El experto pregunta: “¿Por qué no valorar una actividad cosmogónica, lúdica y artística que, entre otros beneficios, reúne a jóvenes y viejos, ayuda a dar un sentido de pertenencia (es decir, crea comunidad), impulsa el ejercicio y la concentración, ayuda a conectar a pueblos, por medio de la reciprocidad y motiva a que la gente viaje conociendo nuevos horizontes?”

“Entre algunos pueblos originarios, la maroma es incluso un ritual de comunicación con los dioses, necesario para transformar el campo con lluvia y así hacerlo relucir verde y dar buena cosecha. De ahí que, por sus múltiples funciones, puede considerarse un elemento valioso – identitario, recreativo y comunal- y sin duda una práctica cultural que es necesario mantener viva.”

“La maroma es un espacio y tiempo mágico en el cual hombres y mujeres valientes se transforman en poetas, acróbatas y actores de teatro, dejando de lado sus oficios y deberes cotidianos del campo, para buscar también transformar a su público por medio del asombro y la risa compartida.”

En tiempos de la Colonia -ilustra Sanjuan- llegaron a México funambulistas (alambristas), maromeros, ilusionistas, volantines y otros artistas que fueron inspiración para muchos mexicanos dispuestos a cultivar las diferentes disciplinas del arte circense. La mitad de las 60 páginas, contiene la memoria visual recogida por la lente de Sanjuan durante los años 2009-2015, además de testimonios de integrantes de algunas compañías o grupos de diferentes poblaciones mixtecas.

Los grupos se integran mayoritariamente por hombres, aunque no excluye a mujeres; en algunos casos, miembros de una misma familia, que heredan la tradición de generación en generación. Son entre 6 o 12 personas que cumplen diferentes roles entre ellos el de payaso o gracioso (por lo regular el versista), los acróbatas, que pueden ser alambristas, trapecistas, barristas o gimnastas, así como el llamado burlador al que se nombra como: chango, gato o negro.

 

Los maromeros trabajan en un cuadro, una estructura de madera o metal de entre 8 o 12 metros de altura; de ahí el alto riesgo físico que implica subirse a la cuerda o al trapecio. Anima el recorrido previo, y durante el espectáculo, una banda de viento con ritmo de chilenas. Durante los actos, hacen pantomima, estableciendo situaciones cómicas en las que pueden incorporar problemáticas y personajes de la comunidad, estableciendo un tipo de crítica social.

La maroma se presenta en las fiestas o como parte de un ritual en algún lugar sagrado. Puede llevarse a cabo por el sistema de correspondencia – intercambio recíproco entre pueblos- o por medio de una remuneración. Hace una década existían 17 compañías en la mixteca. En la actualidad, no hay certeza de cuántas sobreviven. Tradición oaxaqueña, que no debe perderse.

@ernestoreyes14