Cuando el presidente de México viajó a la Casa Blanca el verano pasado, Verónica Escobar, representante de la Cámara de Representantes, urgió al presidente Donald Trump que pusiera como prioridad en las discusiones una respuesta binacional al coronavirus.
Pero aquel tema no surgió durante su conversación el 8 de julio, 2020, según la lectura de su primera reunión en persona desde el inicio de la pandemia.
El virus era un destello en los comentarios públicos proferidos por Trump y Andrés Manuel López Obrador como para marcar el comienzo de un acuerdo comercial revisado. “También hemos colaborado en la lucha contra el coronavirus”, dijo Trump, notando que los Estados Unidos había enviado a México 600 ventiladores, con más destinados a llegar.
Cuando se les preguntó a los expertos y a autoridades locales cuáles fueron los esfuerzos federales realizados para controlar la propagación del virus en comunidades que se extienden de ambos lados de la frontera de EEUU–México, señalan un solo esfuerzo: las restricciones fronterizas, vigentes desde el 21 de marzo, 2020, principalmente por instancias del gobierno estadounidense.
“Yo le di la alarma al gobierno de Trump desde muy temprano, pero no podía ser más claro que el expresidente no tenía una estrategia nacional”, dijo Escobar, refiriéndose a su insistencia por mantener protegida la región de El Paso-Juárez. La estrategia de él, agregó, fue la de “rendirse ante el virus”.
Ausente una estrategia binacional de salud pública, las comunidades fronterizas de Texas, las cuales tienen algunos de los índices más altos de pobreza y grandes números de residentes sin seguro médico, estuvieron entre las comunidades más golpeadas por el virus. Desde el primero de julio, los condados de El Paso e Hidalgo han tenido los índices de mortalidad más altos por COVID-19 de todos los condados urbanos de la nación.
Autoridades de salud en Chihuahua y en Texas han reportado más de 5 mil 300 muertes en la región de El Paso-Juárez, que alberga 2.2 millones de personas – una población algo menor a la del condado Harris, que es el doble en extensión.
“Esto es lo que ocurre cuando no nos consideramos realmente una sola región que comparte lo bueno y lo malo, y cuyas necesidades apuntan a los niveles más altos de gobierno, dijo Escobar.
INEXISTENTES LAS AGENCIAS DE COOPERACIÓN
Pese a que los países tienen en común una frontera de 2 mil millas de largo, la falta de colaboración binacional no es ninguna sorpresa, dijo Tony Payán, director del Centro para Estados Unidos y México del Instituto de Políticas Públicas Baker de la Universidad Rice, en Houston.
“Trump no creía, realmente, en colaborar con otros países”, dijo. Trump y López Obrador comparten una perspectiva similar en cuanto al coronavirus, con minimizar públicamente su severidad, con rechazar las mascarillas y con seguir realizando asambleas políticas, incluso después de que ambos contrajeran el virus. Estados Unidos tiene el mayor número de muertes por COVID-19, mientras que México ocupa el tercer lugar.
La colaboración binacional se vio impedida por agencias coordinadoras mal financiadas e inexistentes, dijo Payán, señalando el cierre en 2014 de la oficina de campo de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud en El Paso, cuyo enfoque era las enfermedades infecciosas en la región de la frontera.
“Cuando desmantelas las organizaciones que podrían haber tenido los recursos, el presupuesto, el personal, el conocimiento y la sabiduría organizacional para sentarse y considerar a fondo la pandemia, sus patrones y qué hacer al respecto, no tendría que sorprender que las ciudades y la población fronteriza se quedaron solas”, explicó Payán.
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