Juan Gómez Pérez*
OAXACA, (pagina3.mx).- “Good bye, Lenin”, es un pequeña obra maestra del reconocido director de cine alemán Wolfgang Berker, no sólo porque retrata un momento estelar de la historia reciente –el fin de la Guerra Fría-, sino también porque nos acerca a las peripecias de un audaz adolescente, que en su propósito de evitar una gran desilusión a su madre –socialista aguerrida y en coma durante los meses de la caída del Muro de Berlín-, se embarca en la delicada tarea de mentirle para hacerle creer que todo sigue igual.
Para ello, no sólo convierte el departamento familiar en un archipiélago impermeable a los cambios del tiempo, sino que la mentira piadosa va aún más lejos: decidido a impedir que su madre descubra la verdad –el triunfo del capitalismo y la derrota estrepitosa de Lenin-, decide producir -junto con un amigo-, falsos noticiarios televisivos, para preservar – al menos en el ámbito doméstico- la ilusión de la permanencia de la gloria soviética.
Decisión, que como podremos imaginar, no sólo nos conduce a escenas chuscas y conmovedoras, sino que nos lleva a compartir la inocultable satisfacción de la madre televidente. Misma, que se encuentra lejos de sospechar que aquello que mira: son destellos de un esplendor que ya no existe.
La referencia filmográfica resulta oportuna, dado que los medios públicos –radio y televisión- en nuestro país, siguen siendo un rubro olvidado en nuestro reciente cambio político.
La transición democrática, casi siempre ambiciosa en temas relacionados con las reglas electorales, la reforma al Poder Judicial o el fortalecimiento de los órganos constitucionales autónomos, resulta escandalosamente omisa en una asignatura pendiente como es: el surgimiento de verdaderos medios al servicio de la sociedad.
No se necesita ser un experto en comunicación, para darse cuenta que hasta ahora los medios públicos –a pesar del avance democrático-, no han podido sacudirse el tratamiento de “medios gubernamentales”.
Situación, que no sólo los convierte -de facto- en órganos de propaganda de los gobiernos en turno, sino que clausura la posibilidad de desarrollo de aquellos espacios que deberían ocupar un lugar central en nuestra incipiente vida democrática.
Ver o escuchar un medio público, se ha convertido por regla general en un viaje al pasado, no sólo por el abuso de material de archivo, la escasa producción de materiales actuales y de calidad, sino también por la forma en que se gestiona su administración: casi siempre ayuna de participación ciudadana y una falta de rendición de cuentas.
A lo anterior, se agrega algo más trascendental y delicado: la falta de independencia editorial. Los medios públicos en nuestro país, hasta ahora han renunciado a la posibilidad de actuar como catalizadores del debate público, así como de la diversidad cultural y social que nutre el entramado social.
Al actuar como gubernamentales, no sólo toman partido, sino que contribuyen a clausurar la deliberación como el único método para que la sociedad conozca los distintos puntos de vista. Esto último, abre la puerta a la polarización, puesto que las sociedades poco a poco comienzan a quedarse sin espacios neutrales para discutir con respeto y tolerancia sus naturales diferencias.
Oaxaca, en los últimos años vive al borde de la crispación. Lo cual, no sólo es responsabilidad del gobierno en turno, también lo es: de las diversas fuerzas políticas, así como de los medios de comunicación, particularmente los medios públicos, por su preponderante función social.
No olvidemos que durante el conflicto social del 2006, gran parte del malestar ciudadano se hizo presente no sólo con la instalación de barricadas, también se manifestó mediante la toma generalizada de estaciones de radio, concretamente las instalaciones de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión (CORTV).
En este sentido, debería haber un aprendizaje, una apertura, para poner sobre la mesa de la actual alternancia política: la construcción de verdaderos medios públicos.
De esta tarea depende, no sólo el hecho de que la barra programática de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión, refleje la nueva y compleja realidad de Oaxaca, sino la misma viabilidad de la alternancia política como proyecto democratizador.
Los medios públicos necesitan asumir a cabalidad su responsabilidad como constructores de paz social, principalmente en una entidad como la nuestra, donde algunos grupos apuestan a descarrilar la alternancia política y beneficiarse de la confusión y la polarización.
La salud de nuestra vida pública e institucional, depende en gran medida que tengamos respuestas y políticas concretas a las amenazas de siempre: la cultura del rumor, la desinformación y la violencia.
La CORTV, hoy tiene la oportunidad de dejar de ser una antigualla de nuestra alternancia política, y convertirse en un agente del futuro democrático que todos queremos. El anuncio de la integración de un Consejo Consultivo Ciudadano, parece sugerir esa ruta. Good bye, Wolfgang Berker.
*Coordinador del Comité Jurídico de Asociación Mexicana de Derecho a la Información, Capítulo Oaxaca.
