Varias veces he considerado esa posibilidad, pero el recuerdo de la única mascota que he tenido me lleva a desistir.
Entonces Rigoberto se ofreció a conseguirme un perro y a encargarse de él mientras yo estuviera en mi trabajo.
A simple vista parece muy sencillo, pero exige sentido de responsabilidad, paciencia, buena memoria y, sobre todo, amor hacia los animales.
En esas circunstancias, ¿cómo era posible que yo quisiera cargarla con todo el trabajo que significa la convivencia con un perro?
A todas horas me mostraba triste, desganada, aburrida por no tener con quien jugar.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/10/18/opinion/032o1soc