Lo único seguro, en el contexto de la crisis nacional y la reconversión tecnológica, es que este diario seguirá siendo fiel a sus principios fundacionales y a la sociedad a la que se debe.
Un año después del nacimiento de este medio, el terremoto de 1985 devastó la capital de la República, forzó en su población una evolución política y social de gran trascendencia y colocó a La Jornada ante su primera gran prueba de responsabilidad y compromiso con la sociedad.
En todos esos trances La Jornadaha buscado ofrecer a sus lectores información puntual y veraz, presentar las distintas versiones de los actores involucrados y acompañar el trabajo informativo con elementos de contexto, reflexión, análisis y crítica, y acompañarlo con el trabajo de fotógrafos y moneros que ocupa, en nuestras páginas, un sitio fundamental.
Ante el desarrollo de la revolución digital, Internet y las redes sociales, todos los medios impresos del mundo enfrentan un destino incierto y La Jornada no es la excepción: el tránsito del papel a la pantalla de los dispositivos no sólo exige una reformulación general del trabajo informativo en todas sus dimensiones, sino que precisa también de una reingeniería empresarial que hasta la fecha no ha podido ser resuelta a cabalidad por ningún medio y para la cual no existen fórmulas establecidas.
Vendrían muchas otras: el movimiento estudiantil de 1986-1987, el proceso electoral de 1988, las primeras medidas del neoliberalismo abierto y las resistencias sociales que generaron, el fin de las dictaduras militares en Sudamérica y la instauración de democracias formales en los países de la región, la segunda guerra del golfo Pérsico, los conflictos y los difíciles procesos de paz en Centroamérica, el alzamiento de los indígenas zapatistas en Chiapas y la crisis finisexenal del salinato, la crisis permanente del gobierno de Zedillo, el rescate bancario que endeudó al país a un límite nunca antes visto, el surgimiento en Sudamérica de gobiernos populares y soberanos, la decepcionante alternancia partidista en la Presidencia, los atentados del 11 de septiembre de 2001, la destrucción de Afganistán e Irak por coaliciones occidentales, el fraude electoral de 2006, el terrible sexenio de Felipe Calderón, con su cauda de muertos y desaparecidos; las filtraciones deWikileaks y de Edward Snowden, el movimiento #YoSoy132, el impugnado proceso electoral de 2012, la instauración del Pacto por México y el nuevo ciclo de reformas neoliberales, la continuación de la violencia delictiva y de su contraparte oficial, la atrocidad, aún no esclarecida, del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, además de los escándalos del presente gobierno y las crisis: política, económica y moral del presente.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/09/19/editorial-la-jornada-32-anos