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¿De verdad somos todos iguales?

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Anteriormente en la secretaría de salud, y creo que en todo el gobierno, existían mayormente dos tipos de empleados: los de base y los eventuales. Hay dependencias de gobierno donde es lógico que la mayoría de los empleados sean eventuales, por la naturaleza  misma del trabajo que ahí realizan, como por ejemplo en el INEGI o en SEDESOL, donde el trabajo que requiere más personal se realiza en forma cíclica,  a intervalos regulares hay proyectos que así lo requieren, tienen una duración determinada y básicamente el resto del tiempo no son estrictamente necesarios. Sin embargo en un lugar como el hospital la necesidad de cierto personal es permanente, ya que es un lugar que prácticamente nunca cierra. Cuando hemos suspendido labores no echamos a los pacientes que ya están internados, ni se deja de atender a los que se presentan a solicitar atención por una emergencia; la maquinaria interna no se detiene, la cocina, la lavandería, el almacén general, el almacén de medicamentos, la farmacia interna, el laboratorio de urgencias, los servicios auxiliares de diagnóstico, camilleros y trabajo social, todos continuamos laborando en horario normal. Básicamente las áreas que se cierran son únicamente las administrativas, la consulta externa y el laboratorio principal y la mayoría de los compañeros que acuden a las actividades a las que convoca el sindicato lo hacen porque las áreas donde trabajan se encuentran cerradas o bien, asisten fuera de su horario de labores. Debo mencionar que muchos participan con plena convicción y muchos otros por mero interés y en cierta forma presionados por lo que para mí son amenazas veladas realizadas al mencionar enfáticamente la importancia de acumular puntos de participación sindical y recalcar que se pasará lista de asistencia. A veces parece que el sindicado es un monstruo insaciable que siempre pide más y más participación. Nunca tienen suficiente. Tuve la ocasión de presenciar esas peroratas llenas de reclamos donde nos decían, casi como justificación anticipada ante la falta de logros significativos, frases como: “…es que ustedes no participan…”, “Siempre estamos los mismos y no es justo, si el beneficio será para todos”, “Es necesario que participen más”. Nada más faltaba que nos dijeran: “Si no logramos nada, será por culpa de ustedes, que no participan”.

Y luego las quejas: “Nosotros nos esforzamos mucho”, “No es fácil estar aquí”, “Tenemos que hacer muchos sacrificios”. Pero al final de cuentas ello mismos buscaron estar en ese lugar, nadie les pidió que hicieran el favor de representar a los trabajadores, ¿de verdad no sabían en lo que se metían? Y a final de cuentas si es mucha molestia siempre tienen la opción de retirarse, o como ahora se dice: “Si no pueden, renuncien”.

Por otro lado también existen ciertas situaciones como los compañeros que a pesar que sus áreas están cerradas, ni por error se presentan a las asambleas o a otras actividades. Tampoco faltan los que hacen acto de presencia nada más para firmar la dichosa lista de asistencia, hacerle al loco unos minutos y retirarse discretamente. O los que utilizan el pretexto de asistir a los eventos con tal de no ir a trabajar, aunque en realidad no lo hacen o están presentes sólo por un breve periodo de tiempo. Es una situación difícil de juzgar porque hay tantos casos diferentes como trabajadores, por ejemplo hay quienes tienen dos empleos, quienes tienen necesidad de encargarse de familiares que requieren ciertas atenciones, como adulto mayores o niños pequeños y para tales casos debería haber otras formas de participar en una lucha o protesta que mayormente considero legítima.

Por cierto que puedo mencionar que para gran decepción mía y algunos trabajadores más, los conflictos más recientes que enfrentamos (¡otra vez gracias, Juan Díaz Pimentel!) no se resolvieron a pesar de las protestas, de las movilizaciones y el cierre parcial del hospital. No cambió absolutamente nada, todo sigue igual y de marzo hasta principios de junio del 2018 los trabajadores eventuales otra vez están trabajando sin tener firmado un contrato, aunque los pagos no se han detenido y a pesar de todo eso da cierta tranquilidad y reduce un poco la incertidumbre, pero queda cierto recelo y la inquietud por saber de qué y a quién le sirvió todo eso porque ciertamente a los trabajadores no. ¿Quién y en qué forma se benefició? Queda también un malestar, como de sentirse utilizado.

La “base” es un contrato de duración indefinida, conlleva una serie de beneficios que más parecen privilegios y lamentablemente hay para quienes es el equivalente de una patente de corso y te vuelve casi intocable, invulnerable a cualquier sanción ejemplar aún y cuando sea bien merecida, en gran medida porque un trabajador que tiene un contrato de este tipo pertenece a un sindicato. Un trabajador eventual podía obtener un contrato para cubrir la baja temporal de un empleado de base, como por ejemplo una licencia por maternidad, o bien se le contrataba para un proyecto en particular. Sin embargo existía, desconozco si aún existe pero al menos ha dejado de aplicarse a rajatabla como antes, una regla que tampoco sé si está escrita en alguna parte o se aplicaba de facto y que consiste en que un trabajador eventual tenía derecho a un contrato permanente o de base una vez que había laborado en forma ininterrumpida durante seis meses. Anteriormente muchos contratos de este tipo tenían una duración de un año, después se redujo a seis meses. Actualmente la vigencia es de dos, aunque se labora en forma ininterrumpida. Resulta contradictorio que para conseguir un contrato aunque sea como personal eventual, tenga que hacerse en la mayoría de los casos por intermediación del sindicato, pero estrictamente hablando, los eventuales no son personal sindicalizado. Con el  paso del tiempo, si tiene uno suerte de estar entre los elegidos, se le otorga como una bendición y por la gracia de nuestros insignes funcionarios dirigentes, o también por la intervención de una mano amiga, un cambio en su estatus laboral, para ser formalizado o regularizado, lo cual sin duda es mejor que ser eventual. En el caso de una base la vía suele ser más tortuosa aún y cuando intervengan manos amigas.

El gobierno tiene muchos problemas financieros, sin duda la mayoría creados por ellos mismos y los encargados de los recursos financieros buscan recortar gastos en la forma que sea y para mí ese es el origen de la creación de los conceptos de “trabajador formalizado” y “trabajador regularizado”. No son únicamente útiles para diferenciar el origen de los recursos con los que se cubren los sueldos de ellos, como se dice, en la práctica según mi punto de vista, el beneficio más evidente es el aspecto económico, porque inexplicablemente el patrón no tiene las mismas obligaciones con unos que con otros. Al comparar las percepciones netas podemos notar que hay importantes diferencias entre las diferentes categorías. Las prestaciones y derechos no son los mismos pero las obligaciones sí. Siempre, como es lógico pensar, quienes llevan la peor parte son los eventuales, ya que además de la injusticia que comete la propia secretaría, en el trabajo además tienen que someterse a los compañeros que tienen una categoría más elevada o mayor antigüedad cuando se encuentra entre sus pares. Es el bendito escalafón.

Así por ejemplo, si se requiere que alguien haga turnos extra, los primeros a quienes se recurre son los eventuales de menor antigüedad, claro, porque hay que “pagar piso”. Y la excusa es la misma siempre: “todos pasamos por lo mismo”. En este punto creo que no hay remedio, es casi como una cuestión cultural, la mayoría lo aceptamos como algo lógico y normal. Pero lo que hace la secretaría al crear esas diferencias me parece que es incluso ilegal, no importa si existe realmente en algún reglamento, en la jurisprudencia se considera que cuando existen leyes que enuncian disposiciones contrarias o que se encuentran en conflicto debe prevalecer la de mayor jerarquía y en México la ley federal del trabajo dice: “A trabajo igual, desempeñado en puesto, jornada y condiciones de eficiencia también iguales, debe corresponder salario igual.”

Adrián Lobo.

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