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El club de los humildes, las olvidadas, los ninguneados: Los eventuales

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Texto: Adrián LOBO

Según todas las formalidades, la denominación correcta es “eventuales”. En la práctica yo nos llamo “El club de los humildes”. Y no tiene nada que ver con clasismo o discriminación alguna de mi parte hacia nadie. Aunque se me quisiera acusar de ello sería una imputación insostenible; resulta que “El club de los humildes” lo integran lo mismo enfermeras, camilleros, médicos y personal administrativo. Eso hablando específicamente, como siempre, de el H.G.D.A.V., porque seguramente en otros centros de trabajo de los S.S.O. hay trabajadores eventuales que pertenecen a diferentes categorías.

Los eventuales de “El club de los humildes” somos los olvidados, los ninguneados, los excluidos, los últimos y hasta los vilipendiados. No olvidemos que el dotorcito Juanito Díaz Pimentel nos tachó de aviadores. Somos también los resentidos. Pero no, no puedo hablar por todos, que hay muchos resignados, así que corrijo: Soy un trabajador eventual resentido. Con los Servicios de Salud de Oaxaca y con el Gobierno del Estado, principalmente.

Además, la envidia me corroe y los celos me consumen, no me avergüenza decirlo abiertamente. Sucede que se comenten muchas injusticias contra nosotros, “Los humildes”. Por ejemplo puedo mencionar que justo ahora a principios del mes de noviembre de 2019, días festivos por tradición, se otorgaron 3 días de asueto para el personal, con la excepción, claro está, de los eventuales: No nos tocó un solo día de descanso. Pero bueno, hay que trabajar. Sin embargo no es la primera vez que ocurre; este mismo año, en el mes de abril se declararon como festivos tres dias en ocasión de la semana santa y de los cuales no gozamos tampoco los eventuales de ese privilegio que otros tienen, ni uno solo. Para acabar pronto diré que ni siquiera el 15 de octubre, día del empleado de los S.S.O., fuimos considerados entre los que disfrutaron de ese día de asueto. ¿Qué es lo que sucede? ¿No somos empleados de los S.S.O.? No, bueno, lo somos, pero de los humildes.

No voy a mentir ni quiero hacerme la “vistima”, ese día festivo que tenemos que trabajar origina un adeudo, una promesa difícil de cumplir muchas veces, quiero decir que descansaremos otro día, que en algún momento de la vida “nos pagarán el tiempo”. Es difícil de “cobrarlo” porque siempre falta personal, la plantilla casi nunca está completa, por diversas razones. A veces pienso que lo único que falta es que se pida que uno programe con un mes de anticipación los días que tendrá una emergencia o un contratiempo que amerite un día libre. Ah, pero eso sí, cuanto a uno le piden hacer una guardia extra casi siempre es de último momento. En fin.

Yo ya estaba pensando: “Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?”, cuando mi Chapulín Colorado personal apareció en los medios anunciando un aumento del 5.1 % a los trabajadores del sector salud, aunque teóricamente creo que todavía no estamos “federalizados”… pero esa es otra historia… De todos modos pensé: “¡Bien! Una de cal…”. Y el aumento tardó en hacerse efectivo. Y tardó y tardó, pero, ¡no hay problema! Porque se aplicaría en forma retroactiva al mes de mayo. Todo parecía ir bien, finalmente un poco de luz en la oscuridad. Y luego vino la decepción, nuestros… (en realidad mis) castillos en el aire terminaron por derrumbarse. El incremento en el salario no aplica para los eventuales y por ende el retroactivo tampoco. Y la razón es aparentemente simple y válida: Nuestra relación laboral se rige por el contrato que tenemos firmado en forma individual, el cual establece condiciones diferentes a las que regulan la del patrón con formalizados, regularizados y basificados.

Sigo pensando que no sólo es injusto, es ilegal. Me parece que los eventuales, de cualquier área, sean enfermeras, camilleros, médicos, administrativos o lo que fueren, tienen asignado el mismo código presupuestal de sus subalternos formalizados, regularizados y basificados, tienen las mismas funciones y responsabilidades pero no los mismos derechos. Ese argumento de que nuestro contrato es diferente y estipula condiciones distintas es inadmisible cuando en los hechos se demuestra que se cumple la condición establecida en la Ley Federal del Trabajo donde dice “a trabajo igual, en condiciones de eficiencia iguales” para que se corresponda un “salario igual”.

Este 15 de noviembre a los elegidos les hicieron efectivo el aumento y el famoso retroactivo, les pagaron además un bono-de-no-sé-qué y les dieron el ya tradicional anticipo a cuenta de aguinaldo, ya sabe usted, para aprovechar “las ofertas del buen fin”. ¿Y los eventuales? Pues seguimos chiflando en la loma, a ver hasta cuándo nos hace justicia la revolución.

Obviamente estamos aquí por elección, estamos aquí por voluntad propia, nadie nos obliga y de ser otras las condiciones si a alguien no le resultara conveniente podría buscar alternativas. Pero dadas las condiciones actuales en el estado, sin ir más lejos y no hablar del país completo, por más que el politi – júnior – mirrey que representa a su papi en el gobierno del estado diga que estamos súper, la realidad es que las únicas alternativas que tenemos son: Unirse a las filas de la informalidad o buscar un empleo “formal” en la iniciativa privada. Y de las dos no hay ni a cual irle: En la IP los sueldos son menores y la explotación mayor; acá las jornadas de trabajo al menos son apegadas a la ley, de 8 horas, allá son en promedio de 10 y hasta de 12, sin ningún tipo de compensación; acá tenemos dos días de descanso por semana, allá es uno; acá tenemos vacaciones, allá no lo puedo asegurar, y sin duda ganamos un poco más, así es que al menos de los males padecemos el menor.

Ya que somos tantos podríamos tal vez crear nuestra propia asociación para velar por nuestros intereses pero una gran parte de quienes he visto expresar su opinión son muy pesimistas ya que significaría enfrentar monstruos, gigantes que nos podría aplastar con cierta facilidad, asfixiándonos: los sindicatos.

El mayor es el S.N.T.S.A. que tiene alcance nacional. Localmente hay al menos uno independiente y parece que otro pretende surgir, aunque arrastra tras de sí una sombra de dudas. Así es que las perspectivas de un enfrentamiento no parecen mostrar resultados positivos, ¿qué queda entonces? Una alternativa sería negociar, algo así como vendernos al mejor postor, ofrecernos en bloque para fortalecer de alguna manera al sindicato que nos ofrezca más ventajas, pero de momento no tenemos fuerza y a ninguno parece interesarle hacerse con nuestra membresía.

Además implica cierto riesgo porque parece ser que los “logros” de cada uno de los sindicatos para sus agremiados son mutuamente excluyentes, así es que si te vas con melón o con sandía sólo tendrás melón o sandía, no podrías ni siquiera probar el jugo de la otra fruta, ya no digamos darle un mordisco, eso coloca en una situación de ventaja al más antiguo y grande, por mucho tiempo el único, el S.N.T.S.A. que en última instancia podría asumir una actitud soberbia, como diciendo: “¿Ah, se van? Bueno, ustedes se lo pierden y yo me lo ahorro.”

Por eso me causa mucha curiosidad saber qué va a pasar cuando finalmente el gobierno federal arregle nuestra situación laboral, ya no digamos que nos hagan de base, con que se inventen alguna chapuza quizá sería suficiente, lo que quiero decir es que a final de cuentas eso va a pasar, sí o sí. Lo interesante será ver qué harán los sindicatos cuando ya seamos empleados con todos los derechos, con voz y voto, ¿van a negociar para que automáticamente pasemos a ser afiliados al S.N.T.S.A.? ¿Entonces, de repente, seremos interesantes? Creo que eso es lo más probable. ¿O emprenderán todos una agresiva campaña de afiliación masiva, disputándose nuestra atención?

Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, lo que creo que significa que se debe tener paciencia para obtener una revancha, en mi caso la mejor revancha personal que podría tener es que vengan a mí ahora ellos, a nosotros, a pedir nuestro apoyo. Sería entonces una buena oportunidad para sonreír por lo bajo y aprovechar para, como decía una tía, castigarlos con el látigo de nuestro desprecio desde el balcón de nuestra indiferencia. Pero, quién sabe si realmente sea posible.

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