DestacadasHospital incurable | Cinco de mayo

Hospital incurable | Cinco de mayo

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Se celebró este cinco de mayo pasado el cumpleaños de mi compadre (¡Felicidades, compadrito!), la batalla de Puebla, el día internacional del Lavado de Manos,  y el aniversario del H.G.D.A.V. Siendo éste último el festejo más deslucido, lamentablemente.

Ahora mismo hay algunas actividades semiparalizadas, como dos elevadores de los cuatro con que se cuenta, que no están funcionando más. Pienso que uno de ellos decidieron apagarlo, tiene meses sin funcionar, debido a las políticas de «austeridad saludable» supuestamente vigentes actualmente.

También la última semana de abril hubo una falla importante en los equipos de Rayos X del área de urgencias, por lo que dichos estudios tuvieron que derivarse al área de consulta externa.

Las actividades de las que hablaba son mayormente relativas a las cirugías que ahí se realizan, debido a la falla terminante de al menos dos de los cuatro o cinco autoclaves que tenemos. Los restantes creo que de por sí no estaban funcionando. Así es que se trabaja como se puede, con lo que se tiene. Al menos hasta el día 4 de mayo no se habían reparado o reemplazado esos equipos.

La CEYE (Central de Esterilizaciones y Equipos) es el punto medular en la estructura hospitalaria. Ahí se empaqueta, se asea y se esteriliza todo género de equipos e implementos utilizados por todo el hospital, quizá principalmente en los quirófanos. Creo que no es exagerado decir que se relaciona con todos los servicios, así es que si se detienen las labores de la CEYE todo el hospital lo resiente.

De modo que ya sabe, si le sobran algunas monedas por ahí, un buen regalo para el viejo Aurelio Valdivieso sería un par de autoclaves de uso rudo y gran capacidad. Y si hay generosidad en su corazón, también un par de elevadores. Lo agradeceríamos mucho.

Ya sabemos que hay un pasado de gloria y luces en el hospital, pero mayormente eso no nos sirve de nada. Si bien su presente no es tan brillante tengo esperanza en un mejor porvenir. Personalmente espero con ansias grandes cambios, el primero de ellos derivado de la reciente aprobación de la iniciativa que prohíbe el outsourcing en el país.

Debe tener importantes repercusiones en el hospital porque actualmente y desde hace años, como he comentado antes, las tareas de limpieza y vigilancia las desempeña personal de una empresa llamada «SEGLIM». Esto es, que los S.S.O. tienen contratada a esa empresa mediante la figura de «tercerización» o outsourcing, de modo que aquellos compañeros no son empleados de la secretaría, aunque trabajan para ella.

¿Qué pasará ahora que sólo el «outsourcing especializado» está permitido y que según la Secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, las empresas tienen tres meses para regularizarse? Aquí es donde se pondrá bueno el asunto y empiezan las buenas noticias: A mi parecer la empresa SEGLIM tendrá que reducirse a la mitad o, en el mejor de los casos, desaparecer.

Las actividades de aseo no son para nada ajenas a un hospital; si un lugar debería ser limpio, ese sin duda es un hospital, clínica, centro de salud, consultorio, etc. La CEYE antes mencionada es el mejor ejemplo del nivel de higiene que se debe mantener en el lugar. Hay además compañeros que lavan material del que las compañeras enfermeras de las áreas de pediatría no han querido hacerse cargo desde hace tiempo.

Por lo tanto el INSABI, ya no los S.S.O. —que se suponen igualmente en vías de extinción— debe absorber a todo ese personal de la división de limpieza de la mencionada empresa, con la consecuente mejora salarial y el otorgamiento de todas las prestaciones, toda vez que el hospital necesita contar con personal que se encargue de mantenerlo en óptimas condiciones de higiene, para poder brindar un servicio seguro y de calidad.

No hay de otra. Ojalá que así pase, me daría mucho gusto por mis compañeros y compañeras que tan duro trabajan, muchos de ellos realmente de sol a sol, de 7 A. M. a 9 P. M., doblando turno para poder recibir un sueldo más digno y que alcance para un poquito más.

Respecto a la otra parte de la empresa, llamada División de Seguridad, a la que sería más preciso llamar «Vigilancia», porque seguridad, lo que es seguridad, así mucha seguridad, pues no dan, la cosa está un poco más difícil. Aunque vigilancia, lo que es realmente vigilancia… tampoco… bueno, no importa.

Quizá si estiran un poco la ley, como siempre hacen, y le buscan cómo darle la vuelta a la tortilla, encontrarán algún recoveco para quedarse con ese negocio, ya que en última instancia sí podría considerarse como un servicio «especializado», sobre todo un tanto «ajeno» a la actividad principal de los S.S.O.

Finalmente tras un poco más de un año en confinamiento preventivo los compañeros con mayor riesgo de desarrollar complicaciones graves en caso de contagiarse con el virus COVID-19, han vuelto al trabajo, al menos los que han recibido ya las dos dosis de la vacuna de Pfizer.

Como soy un cascarrabias el retorno de algunos compañeros y compañeras me ha causado cierta alegría y en otros casos, decepción o fastidio. Finalmente, me guste o no, significa un cierto alivio a la carga de trabajo de más de uno, sin importar que se trate, a mi parecer, de personas que casi con su sola presencia ocasionan que el ambiente se enrarezca. Por fortuna tenemos también la contraparte, personas que hacen del lugar uno mejor, sólo con llegar ahí.

Otro regreso que se ha producido, principalmente con las luces de navidad en que han convertido el semáforo epidemiológico, es el de la vendimia. Y no me refiero a la interna, la que se realiza dentro del hospital, de esa hablaré quizá en otra ocasión, ya que hay mucho qué comentar al respecto. Me refiero en esta ocasión a los puestos fijos y semifijos en la vía pública.

Por unos meses lograron que no hubiera ningún vendedor de los muchos que se apostaban a las afueras del lugar para comercializar principalmente alimentos: Cócteles de fruta, tamales, atole, café, las infaltables tortas, refrescos, tacos, tostadas, comidas como enchiladas o arroz y hasta aguas frescas, nieve, barbacoa, memelas y clayudas.

Antes de la pandemia todo alrededor del hospital estaba tapizado de personas vendiendo algo. Luego lograron, retirarlos cuando inició el confinamiento masivo, hasta estos días, en que en un buen número han vuelto, según yo, gracias a los intermitentes amarillo y verde del bendito semáforo. ¿Qué se le va a hacer? Todos necesitamos ganarnos el sustento de alguna manera así es que deme uno de dulce y uno de frijol, por favor… ¡No! Quiero decir que… bueno, usted sabe lo que quiero decir. Hay que trabajar.

Desconozco si los van a tolerar y cuánto tiempo. Porque también, según rumores que he escuchado, el retorno de los trabajadores tampoco es todavía definitivo, aunque quizá sean sólo las esperanzas de compañeros que desearían seguir en confinamiento en tanto no se declare oficialmente el fin de la pandemia, lo cual, a decir de Bill Gates, no ocurrirá sino hasta finales de 2022.

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