Paradojas de la nueva carretera

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ERNESTO REYES

Cuando este domingo 4 de febrero Andrés Manuel López Obrador ponga en marcha la carretera de cuota Barranca Larga-Ventanilla, muchos habrán de pensar que podría constituir el esperado despegue de la costa oaxaqueña. Abrir a residentes y al turismo los más de cien kilómetros que enlazan la planicie central, la sierra y el mar no es cosa menor, si traducimos el deseo generalizado de alcanzar un más alto nivel de vida.

Aunque aún se mantienen trabajadores y maquinaria apresurando la obra, la inauguración formal no podía posponerse como estuvo sucediendo desde que se reanudó la construcción en este sexenio, debido a retrasos por el conflicto entre San Vicente Coatlán y Villa Sola de Vega que afortunadamente pudo superarse gracias a los buenos oficios del gobierno de Salomón Jara, y a la fuerza moral del mismo presidente. Tuvieron que pasar cuatro administraciones estatales para que se entregara por fin al pueblo de Oaxaca.

Queda pendiente de construir un ramal que enlace a la nueva vía con Santa Catarina, donde se venera a la Virgen de Juquila. Ahora toca al gobierno estatal gestionar los apoyos para hacerlo posible. Con ello se cerraría el círculo virtuoso de aprovechar mejor el turismo religioso del que es beneficiaria esta zona y el estado mismo.

Desde que el 21 de marzo de 1982 el presidente José López Portillo inauguró la carretera pavimentada Miahuatlán- San Pedro Pochutla, para hacer realidad el sueño de Benito Juárez -primero como gobernante estatal y luego como mandatario del país- de unificar el territorio desde los valles centrales hasta los dominios del pacífico, no se había abierto una nueva ruta. Muy pronto se hará realidad la supercarretera Mitla-Tehuantepec para romper el aislamiento de estas dos regiones con el centro del estado y la capital del país, así como con el sureste y occidente de México.

Estos ejes transversales, junto con el Tren Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, reorientarán la estructura del sistema de transporte para apoyar la descentralización y la articulación de una mejor manera de la economía de los centros costeros con las regiones centrales, incorporando a Oaxaca a un mejor desarrollo. No hay duda.

Sin embargo, es previsible que Puerto Escondido, Puerto Ángel, Mazunte y las Bahías de Huatulco, se vean rebasadas en su infraestructura para recibir a oleadas de visitantes, con la consecuente elevación en los precios de servicios, alimentos, transporte y los bienes inmuebles.

Ciertamente habrá empleos y mejores oportunidades. La paradoja son los apetitos de apoderarse de las zonas de mayor plusvalía como sucedió con las tierras comunales de Huatulco, en los años 80; además, habrá que lidiar con la ampliación de zonas urbanas demandantes de servicios como agua potable y drenaje que, en el caso de Puerto Escondido, tienen el mal ejemplo de que sigue descargando sus aguas negras en sus principales y famosas playas.

Además, aminorar de seis a dos horas y media el recorrido por la nueva carretera, dejará disminuida la economía de centros poblacionales como Zimatlán de Álvarez, Villa Sola de Vega, San Pedro Juchatengo y San Gabriel Mixtepec, por un lado, igual que Ocotlán de Morelos, Ejutla de Crespo, Miahuatlán de Porfirio Díaz, San José del Pacífico, San Miguel Suchixtepec, Candelaria Loxicha y San Pedro Pochutla, por el otro. Las dos rutas a la costa quedarán para el tránsito local.

Pecaríamos de optimistas si pensáramos que a partir de ahora todo va a salir a pedir de boca, en beneficio de quienes dependen del turismo en los ramos de: hotelería, gastronomía, transporte, agencias de viajes y el comercio, así como en otras vocaciones productivas como la pesca, la agricultura y la manufactura. Tendrán que adecuarse a esta nueva realidad y contar con apoyos verdaderos de las instituciones.

La normalidad será alterada por la migración interna de orden económico y por cárteles inmobiliarios disfrazados que tienen el ojo puesto en la playa Punta Colorada, por ejemplo. No será extraño que se haga presente con mayor fuerza el fenómeno de la gentrificación, el cual desplaza a la población original por otra de mayor poder adquisitivo, como consecuencia de los altos costos de la vivienda, los arrendamientos y los bajos salarios.

Por cierto, quienes desde la sociedad civil se oponen al megaproyecto inmobiliario impulsado en esta playa virgen por la administración estatal – según la suspensión definitiva otorgada por una juez al juicio de amparo indirecto que interpusieron- tratan de salvar las 111 hectáreas de esta reserva ecológica que se pretende destinar a una zona comercial, hotelera y residencial, con inversión pública y privada, atentado que ni Heladio Ramírez, Diódoro Carrasco, Ulises Ruiz, Gabino Cué, y José y Alejandro Murat se atrevieron a cometer. ¡Válgame!   

@ernestoreyes14

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