Nuevas desigualdades, un reto de políticas públicas

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Eduardo Bautista Martínez

Los problemas de diferente magnitud, como una pandemia a escala global, crisis económicas, siniestros naturales como sismos y huracanes, no afectan a todos por igual y suelen incidir con más gravedad en regiones y grupos de población con desventajas socioeconómicas acumuladas. Por ello puede considerarse que ante las desigualdades existentes, los diversos problemas generan consecuencias diferenciadas.

En el caso mexicano, los problemas se acentúan en el sureste conformado por Chiapas, Oaxaca y Guerrero, caracterizados por indicadores socioeconómicos desfavorables que identifican a estas entidades como las más desiguales del país y por sus condiciones de pobreza. A estos problemas se suman los estragos ante las nuevas contingencias, tales como los provocados por el huracán Agatha en al menos 48 municipios de la costa y sierra de Oaxaca.

La persistencia de la mayor parte de las afectaciones a quienes pierden siempre, zonas rurales habitadas principalmente por población indígena y afrodescendiente, hace necesaria la insistencia en el tema de políticas públicas de atención a las desigualdades con perspectiva de mediano y largo plazo como un asunto que depende en gran medida, de decisiones políticas.

Con esta perspectiva, podemos revisar la reciente publicación del “Informe sobre la desigualdad global 2022” coordinado por Chance, Piketty, et al, que coloca nuevamente en el centro de las políticas públicas y decisiones un problema irresuelto, la persistencia de la desigualdad, como un tema que no es inevitable, sino que es resultado de “una elección política”.

La cuestión central es ¿quienes ganan y quienes pierden con las políticas públicas dominantes? El escenario global actual entre regiones y países del mundo no se modifica respecto a las tendencias históricas y por el contrario, a partir de la pandemia por COVID-19, las brechas se recrudecen entre quienes concentran la mayor riqueza en el mundo y quienes carecen y sobreviven con los ingresos mínimos.

El repaso de datos y estadísticas comparativas entre regiones, países, sectores, género a escala mundial permite aprender de las políticas implementadas en los diferentes lugares, de sus alcances, como una posibilidad para diseñar alternativas más justas, con la consideración remarcada en este trabajo de investigación, de que “la desigualdad es una opción política”.

Recuperamos algunos datos del informe del Laboratorio sobre la Desigualdad Mundial, como por ejemplo que el 10 % de la población posee alrededor del 60-80 % de la riqueza, mientras que la mitad más pobre posee menos del 5 % de la riqueza.

En el Informe se identifica a México como uno de los países más desiguales del mundo, en donde, en el transcurso del siglo pasado y las primeras décadas del presente, no se han registrado reducciones sustantivas. Entre los datos que se destacan, el 10% de la población concentra alrededor del 55-60% de ingresos, mientras que el 50% fluctúa entre el 8-10%. Respecto al dato por género, en México la participación laboral femenina en el ingreso se mantiene en 33%. Un porcentaje por debajo del promedio en América Latina, que se registra con el 35% y de países como Brasil, 38%, y Argentina 37%.

Otro de los aportes del Informe disponible en el sitio de la Red de Desarrollo Social de América Latina y el Caribe, es que brinda opciones de políticas para la redistribución de la riqueza, tales como impuestos progresivos sobre el patrimonio de los multimillonarios globales, que podrían reinvertirse en educación, salud y transición ecológica.

Si bien la perspectiva global resulta importante, queda mucho por hacer en regiones, entidades federativas y sectores, como la extensa y compleja franja del sureste mexicano, siempre con perspectiva de alcanzar equidad y justicia social para revertir la lógica fatalista de que origen es destino.

Profesor del Instituto de Investigaciones Sociológicas UABJO
Integrante del Sistema Nacional de Investigadores CONACYT